top of page

Domingo de Resurrección 

Domingo_de_resurección.jpg

1.  La guardia ante el sepulcro. Mateo 27, 62-66.   
El sábado temprano, al día siguiente de la muerte de Jesús, los sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato y le dijeron:
—  Hemos recordado que ese impostor dijo que a los tres días resucitaré. Venimos a pedirte que vigilen su sepulcro hasta el día tercero, no vaya a ser que vengan sus discípulos, roben el cuerpo y digan luego a la gente: "Ha resucitado de entre los muertos". 
Pilato puso a su disposición unos soldados, y dijo:
—    Id y custodiadlo.
Entonces fueron hasta el sepulcro, volvieron a sellar la piedra que tapaba la cueva hasta que quedó completamente cerrada y dejaron a los soldados ante la entrada. Después se volvieron a Jerusalén.

2.  La resurrección. Lucas 24, 1-6. Juan 20, 1-9.
Al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena, María de Santiago y Salomé compraron aromas y se dirigieron al sepulcro para ungir el cuerpo de Cristo.
Por el camino pensaban: «¿Quién nos retirará la piedra?». Sin embargo, cuando llegaron encontraron que la piedra estaba a un lado. ¡El sepulcro estaba vacío!
Entonces, un ángel con un vestido resplandeciente se apareció ante ellas y les dijo:   
— ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, Cristo ha resucitado.  
Las mujeres corrieron a contar lo sucedido a los apóstoles. Al momento, Pedro y Juan fueron al sepulcro. Todo estaba tal como les habían contado. Al asomarse, vieron en el interior las vendas dobladas y la sábana enrollada. Pero no vieron el cuerpo de Jesús. 

3.  Los guardias mienten. Mateo 28, 1-4; 11-14.  
Antes de la llegada de las mujeres, un ángel del Señor apareció como un relámpago, con un vestido blanco como la nieve. Hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Al ver los soldados que guardaban el sepulcro todo lo sucedido temblaron de aterrorizados. Más aun cuando comprobaron que el sepulcro estaba vacío. Entonces fueron a la ciudad a informar de lo que había sucedido.
Pero los sacerdotes dieron una buena cantidad de dinero y les advirtieron:
—  Decid que sus discípulos vinieron de noche y robaron su cuerpo mientras dormíais.
Y eso hicieron. 

 

4.  Jesús encuentra a María Magdalena. Juan 20, 11-18.
María Magdalena volvió al sepulcro. Tenía la esperanza de encontrar al Señor. Pero al asomarse dentro no encontró a Jesús, sino a dos ángeles.
—   ¿Por qué lloras? —le preguntaron los ángeles. 
—   Porque se han llevado a mi Señor —respondió María, y se volvió hacia atrás.
Fuera, junto al sepulcro, había un hombre.
Era Jesús, pero María no lo reconoció y le dijo:
—   Si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto.
Entonces Jesús la llamó por su nombre:
—   ¡María!
Al momento, María Magdalena reconoció a Cristo y exclamó:
—    ¡Rabbuni! —que quiere decir: «¡Maestro!».  Y, emocionada, se echó a sus pies. 
—    Anda, vete y di a mis hermanos que subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.

Voy a mi Padre, que es vuestro Padre.
Y ella fue corriendo a anunciar:  «He visto al Señor
», y les repitió las palabras que Jesús había dicho.

5.  Jesús se reúne con los apóstoles. Lucas 24, 36-43.  ​
Al atardecer, los apóstoles estaban reunidos en el cenáculo con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. De pronto, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo:
—   La paz sea con vosotros.
Los apóstoles estaban aterrados. Creían que estaban ante un fantasma.
—  ¿Por qué os asustáis? Mirad mis manos y mis pies. Soy yo —dijo Jesús, y les mostró las manos y el costado.
El asombro y la alegría invadieron a los apóstoles, que no acababan de creer que era el Señor.
— ¿Tenéis algo de comer? —les preguntó Jesús.

Ellos le ofrecieron un trozo de pescado. Lo tomó Jesús y comió delante de ellos.

6.  Encuentro con los de Emaús. Lucas 24, 13-35..
El mismo día de la resurrección, dos de los discípulos de Jesús decidieron regresar a Emaús, su aldea. Por el camino, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos, pero no lo reconocieron. Los dos iban cabizbajos y le contaron a Jesús el motivo de su tristeza:
—    Hace tres días que murió Jesús.
Había prometido resucitar al tercer día. Y es verdad que algunas mujeres han dicho que han visto su sepulcro vacío.  Pero a Él no lo han visto.  
Jesús les explicó pasajes de la Escritura. Cuando por fin fue a dejarlos, ellos insistieron para que se quedara. 
—    Quédate con nosotros —le pidieron. Entonces se sentaron a cenar. Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. En aquel instante lo reconocieron, pero Jesús desapareció de su vista. Y se dijeron uno a otro:
—    ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino?
Y volvieron a Jerusalén para anunciar que habían visto a Cristo resucitado.

7.  Palabras a Tomás. Juan 20, 24-31.​
Tomás, uno de los apóstoles, no estaba en el cenáculo cuando apareció Jesús.  
—   Hemos visto al Señor —le dijeron los demás. Pero él no les creyó. 
—   Si no veo en sus manos las señales de los clavos y meto mis dedos en ellas, si no meto mi mano en la herida abierta en su costado, no creeré —dijo Tomás. 
Ocho días después, Jesús volvió al cenáculo.  Esta vez, Tomás estaba allí. 
—  La paz sea con vosotros —dijo Jesús, y luego se dirigió a Tomás, le mostró las manos y dijo—:  Acerca tu dedo y mira mis manos. Tiende tu mano y métela en mi costado. 
—    ¡Señor mío y Dios mío! —exclamó Tomás conmovido.
—  ¿Crees porque me has visto? —dijo Jesús—. Dichosos los que no han visto y han creído.

8.  La pesca milagrosa. Juan 21, 1-14.
Jesús se apareció a sus discípulos en diferentes lugares y ocasiones.
Un día se presentó a los apóstoles, que estaban pescando en el lago de Tiberíades. 
Desde la orilla, Jesús les preguntó si habían conseguido pescar algo. 
—    No —respondieron ellos, que no le habían reconocido.
—    Echad la red a la derecha y pescaréis —les dijo Jesús.     

—    iEs el Señor! —dijo Juan. Entonces Pedro se echó al agua y llegó hasta Jesús, que les esperaba en la orilla.
El resto de los apóstoles sacaron la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta tres. Y aun siendo tantos, no se rompió la red. Y comieron todos.

9.  Diálogo con Pedro. Juan 21, 15-19.
Después de comer, Jesús preguntó a Pedro:
—    ¿Me amas?
—    Sí, Señor. Tú sabes que te quiero -respondió él.
—    Apacienta mis corderos -le dijo Jesús.
Luego, volvió a hacerle la misma pregunta otras dos veces. La tercera vez, Pedro respondió:
—    Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero.
—    Apacienta mis ovejas -volvió a responder el Señor.
Después anunció a Pedro la muerte con la que iba a glorificar a Dios:
—    Cuando envejezcas, extenderás tus manos. Otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras.
Al final añadió:
—    Sígueme.
Y Pedro le siguió.

bottom of page