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Jacob

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1.  Esaú y Jacob. Génesis 25, 19-34.

Isaac vio a Rebeca como un regalo de Dios, se enamoró de ella y la tomó por esposa.
Isaac y Rebeca tuvieron dos hijos gemelos, que se llamaron Esaú y Jacob. Esaú tenía mucho pelo, y Jacob, no. Esaú era el favorito de Isaac, y Jacob, el de Rebeca.
De los dos hermanos, Esaú era el mayor y, como tal, se convertiría en el primogénito cuando su padre muriera.
Pero un día Esaú volvía agotado de trabajar en el campo cuando olió el guiso que había preparado su hermano.
—  Dame un plato de lentejas —pidió Esaú a Jacob—. Y Jacob le pidió la primogenitura a cambio de un plato y un trozo de pan. Esaú aceptó.

2.  Isaac bendice a Jacob. Génesis 27, 1-29.

Isaac era ya anciano y estaba casi ciego. Antes de morir decidió dar su bendición a Esaú.
—  Toma tu arco, sal a cazar y prepárame algo para comer —dijo Isaac a Esaú—. Luego te daré mi bendición.
Mientras Esaú estaba cazando, Rebeca preparó un guiso y se lo dio a Jacob para que se lo llevara a su padre. Además, le puso un traje de Esaú y le cubrió los brazos con las pieles del cabrito, para que se pareciera más a su hermano, que tenía tanto pelo.
Cuando Jacob llevó el plato a su padre, este no se dio cuenta del cambio.
«La voz es la de Jacob, pero los brazos son los de Esaú», pensó Isaac.
Después, bendijo a Jacob dándole la primogenitura.

3.  La marcha de Jacob. Génesis 27, 30-46; 28, 1-5.

Esaú volvió de caza y se enteró de que su padre había bendecido a Jacob, y que él ya no podría recibir la misma bendición.  
Esaú, que antes había despreciado los derechos de ser el mayor, se sintió entonces furioso y prometió vengarse de su hermano. 
—   Mataré a mi hermano Jacob —se dijo.
Pero Jacob no quiso enfrentarse a su hermano Esaú y abandonó su casa, ayudado por su madre, Rebeca.
Iría a casa de su tío Labán para buscar una esposa de su familia y de su tierra, como había hecho antes su padre, Isaac.
Antes de partir, su padre lo bendijo una vez más: 
—   El Dios omnipotente te bendecirá, te hará crecer y hará de ti una muchedumbre de naciones.

4.  El sueño de Jacob. Génesis 28, 10-22.

Jacob partió hacia casa de su tío Labán. Cuando cayó la noche, buscó una piedra, se la colocó como almohada y se acosté sobre la tierra. Y comenzó a soñar. 
Soñó que una escalera muy larga unía el cielo y la tierra, y que por ella subían y bajaban los ángeles que adoran a Dios. De pronto, Dios, que estaba en pie, sobre la escalera, le habló y le dijo: 
—  Yo soy el Dios de tu abuelo Abraham y de tu padre, Isaac, y te daré a ti y a todos tus hijos la tierra sobre la que estás acostado. Tu familia será como el polvo de la tierra, que se extenderá al este y al oeste, al norte y al sur, por todo el mundo. 
Dios prometió a Jacob que el acompañaría y le protegería adondequiera que fuese.
Y Jacob, agradecido, adoró a Dios.

5.  Jacob encuentra a Raquel. Génesis 29, 1-22.

Después de un largo camino, Jacob llegó al país de Labán. Allí, alrededor de un pozo, encontró a unos pastores que habían ido a dar de beber a sus ovejas. Jacob se acercó a ellos y les preguntó:  
—    ¿Conocéis a Labán?
—  Sí —dijeron los pastores. Entonces, una chica muy hermosa apareció por el camino rodeada de un rebaño de ovejas. Uno de los pastores la señaló y dijo:
—    Mira, ahí viene Raquel, una de las hijas de Labán.
Jacob se alegró mucho de ver a Raquel y le ayudó a dar de beber a las ovejas. Después le explicó que él era hijo de Rebeca, hermana de Labán. Y Raquel le condujo hasta casa de su padre.  
Jacob y Raquel se enamoraron. Pero, por engaños de Labán, Jacob aún tuvo que esperar catorce años para casarse con ella. 

6.  Jacob regresa a Canaán. Génesis 31, 1-54.

Jacob vivió en casa de Labán veinte años. Tal y como le había prometido Dios, tuvo muchos hijos e hijas, y también sus rebaños de cabras y ovejas se multiplicaron.
Pero entonces oyó el mandato de Dios, que le decía:
—   Ahora levántate, sal de esta tierra y vuelve a la tierra de tus padres con tu familia. Yo estaré contigo.
Jacob no lo dudó. Tenía que cumplir el mandato de Dios y volver a su tierra para crear un gran pueblo. Entonces, repartió los rebaños con Labán, juntó a toda su familia y se preparó para partir. Emprendería el largo viaje de vuelta a Canaán. Allí le esperaba su padre, Isaac, que para entonces ya era muy anciano y estaba solo, pues su mujer, Rebeca, había muerto. Pero, además de ver a su padre, Jacob anhelaba el encuentro con su hermano Esaú, con quien deseaba hacer las paces.

7.  Un viaje lleno de peligros. Génesis 32, 23-32.

Jacob inició el viaje, huyendo de Labán que continuamente le estaba engañando con la cría de las ovejas.

Pero Raquel robó el ídolo que tenía Labán antes de salir y éste cuando se enteró fue a buscar a Jacob para matarlo. Pero en sueños Dios se le apareció a Labán y le dijo que no hiciera nada a Jacob.

Una noche, en medio del camino, se presentó un hombre dispuesto a luchar contra Jacob.
Era un ángel enviado de Dios, que venía a ponerle a prueba. 
Jacob y el ángel estuvieron luchando toda la noche. Finalmente, el ángel hirió a Jacob en la pierna.

Jacob no quería soltar al ángel hasta que no recibiera su bendición. Así recibiría la fortaleza de Dios.
Entonces, el ángel le pregunta el nombre a Jacob y le dice:
—   De ahora en adelante te llamarás Israel, y si dejas que Dios guie tu camino serás fuerte con Dios.

Jacob llamó a aquel lugar Penuel, pues se dijo: "He visto a Dios cara a cara, y he salvado la vida".

8.  Esaú y Jacob hacen las paces. Génesis 33, 1-11.

Cuando Jacob ya estaba cerca de casa de sus padres, mandó a unos mensajeros para que hablaran con su hermano Esaú y le avisaran de que regresaba trayéndole regalos y en son de paz.
A la vuelta, los mensajeros informaron a Jacob:
—  Hemos estado con tu hermano, y él mismo viene a tu encuentro con cuatrocientos hombres.
Al oír la noticia, Jacob tuvo miedo. Temía que Esaú acudiera con deseos de vengarse de él. Le preocupaba que quisiera hacer daño a los suyos.
Por eso, dividió a su familia en dos grupos. Así, si Esaú atacaba a un grupo, por lo menos el otro podría salvarse.
Pero los temores de Jacob no se cumplieron.
Después de tantos años sin verse, cuando Esaú vio a su hermano Jacob, corrió a su encuentro y lo abrazó, y los dos rompieron a llorar emocionados.

9.  Jacob en Canaán. Génesis 35, 21-29.

Cuando Jacob llegó sano y salvo a su casa, después de hacer las paces con su hermano Esaú, levantó un altar en honor a Dios y allí le dio las gracias.
Pero Jacob no estaba solo en Canaán. Con él estaban sus doce hijos: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Dan, Neftalí, Gad, Aser, José y Benjamín. Todos ellos habían ido junto a su padre de regreso a Canaán, y allí se instalaron.
Los doce tomaron esposas y tuvieron más hijos, y así empezó a cumplirse la promesa que había hecho Dios a Jacob: que tendría una descendencia tan numerosa como la arena del mar; que no se puede contar.
Así nacieron las doce tribus de Israel, que heredaron la tierra que Dios había prometido a Abraham, a Isaac y a Jacob. Durante un tiempo, Jacob pudo disfrutar no solo de la compañía de sus hijos sino también de la de su padre, Isaac, que ya era muy anciano. Poco después Isaac murió, y Esaú y Jacob lo enterraron con cariño.

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