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José

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1.  Los hijos de Jacob. Génesis 37, 1-11

Los hijos de Jacob cuidaban del ganado, que crecía y crecía cada vez más, y trabajaban la tierra, que les daba alimentos. Pero no todos los hijos eran iguales a los ojos de Jacob. De los doce que tenía, José era el primogénito.  Una noche, José soñó que estaba con sus hermanos atando manojos de trigo en el campo cuando, de repente, su manojo se levantó y se quedó tieso, mientras los manojos de sus hermanos se ponían alrededor y se inclinaban ante el manojo de José.
Cuando José se lo contó a sus hermanos, ellos dijeron:
—¿Acaso vas a ser tú rey y señor nuestro? Otra noche soñó que el sol, la luna y las estrellas se arrodillaban ante él y lo adoraban. Cuando se lo contó a su padre, este dijo:
—¿Acaso vas a gobernar a tus padres y a tus hermanos?
Después de estos sueños, los hermanos le tuvieron aún más envidia a José.

2.  Prisión y venta de José. Génesis 37, 12-35

Un día Jacob envió: a sus hijos a pastorear el ganado por tierras lejanas. A todos menos a José.
Pasados unos días, Jacob dijo a José:
-    Anda, ve a ver cómo están tus hermanos y los rebaños, y vuelve a contármelo. José partió en su búsqueda. Pero cuando llegó a donde estaban sus hermanos, ellos dijeron:
-    Aquí llega un soñador. Vamos a matarlo. Veremos entonces de qué le sirven sus sueños.
Rubén, el hermano mayor, salió en su defensa.
-    ¡No! No lo matéis. Dejadlo ahí, en el fondo de ese pozo – dijo con intención de ir a rescatarlo más tarde.
Los hermanos quitaron a José su hermosa túnica y lo lanzaron al pozo. Al poco rato, Judá vio a lo lejos una caravana de mercaderes ismailitas que iban a Egipto.
-  ¿Y si, en vez de abandonarlo en ese pozo, lo vendemos a los mercaderes? – propuso.
Sus hermanos estuvieron de acuerdo, y vendieron a José. A su padre le presentaron la túnica de José manchada con la sangre de un cabrito y le hicieron crecer que un león había devorado a su hijo José. Y Jacob lloró por la muerte de su querido hijo. 

3.  José, en la casa de Putifar. Génesis 39, 1-20

Los mercaderes que habían comprado a José fueron hasta Egipto. Allí lo vendieron como esclavo a un ministro del faraón llamado Putifar. 
Como Dios estaba con José, todo le salía bien, y Putifar lo nombró encargado de su casa. 
Putifar estaba muy contento con José, que se había ganado la confianza de todos.
También la mujer de Putifar se fijó en él, pero con malas intenciones, quería engañar a su marido Putifar. 
—Nunca haré una cosa tan mala contra Dios y contra mi señor —respondió José.
La mujer de Putifar insistía todos los días, y todos los días José la rechazaba. Pero un día, ella se vengó. Se quedó con el manto de José y le acusó de haber querido aprovecharse de ella.
Putifar creyó la mentira que le dijo su esposa y ordeno que metieran en la cárcel a José.

4.  El sueño del faraón. Génesis 40; 41, 1-44

En la misma cárcel donde estaba José se encontraba el copero del faraón. Un día, el copero soñó con una vid que tenía tres sarmientos. De la vid nacieron uvas. El copero las exprimió y le sirvió la copa al faraón.
—    ¿Qué querrá decir este sueño? —preguntó.
—    Que dentro de tres días, el faraón te sacará de la cárcel y volverás a su servicio —dijo José.
Y así fue. Más tarde, cuando el faraón se hallaba atormentado por unos sueños que nadie sabía interpretar, el copero se acordó de José y se lo comentó al faraón, quien lo mandó llamar.
—He soñado que siete hermosas vacas pastaban junto al río —contó el faraón a José—. Detrás venían siete vacas flacas, que se comían a las vacas gordas. He consultado con muchos sabios, pero ninguno sabe interpretar este sueño. 
—Con este sueño, Dios te anuncia lo que va a suceder en Egipto —dijo José al faraón—. Primero habrá siete años de abundancia en las cosechas, seguidos de siete años de escasez.
Asombrado de su sabiduría, el faraón nombró a José gobernador de Egipto. Tan solo el trono del faraón estará por encima de él.

5.  Tiempos de escasez. Génesis 41, 47-57;42, 1-8

Tal y como había anunciado José, después de siete años buenos llegaron siete años malos.  
Pero, durante los años en que abundaba la cosecha, José, muy previsor, había mandado recoger parte del trigo y lo había guardado en los graneros. Así, cuando llegaron los años de escasez, pudo repartir pan entre todos los habitantes de Egipto. 
El hambre se extendía por todos los países, y gentes de aquí y de allá acudían a Egipto a comprar pan.
También Jacob y su familia comenzaron a pasar hambre, y también ellos escucharon que en Egipto había comida abundante.
Entonces Jacob mandó a sus hijos a Egipto. A todos, menos al más pequeño, Benjamín.
José, al ver llegar a sus hermanos, los reconoció de inmediato, pero no dijo nada, Sin embargo, ellos no se dieron cuenta de que el gobernador de Egipto era su propio hermano.

6.  Los hermanos de José en Egipto. Génesis 42, 9-24

Cuando sus hermanos se presentaron ante José, sin saber que era él, le dijeron:
—Venimos desde Canaán para comprar comida.
José les reconoció, pero no dijo nada. En cambio, les acusó de espías:
 —No es cierto. Vosotros no habéis venido a por comida. Habéis venido a espiarnos para preparar un ataque contra Egipto —dijo. Y los envió a la cárcel.
—iAy! Esto nos pasa por haber hecho mal a nuestro hermano José. Es nuestro castigo —se lamentaban en la cárcel, creyendo que nadie entendía su idioma. Pero José los escuchó y se puso a llorar emocionado. Aun así, siguió sin decir nada a sus hermanos.
Tres días después les dejó salir de la cárcel y volver a su país. Con una condición: su hermano Simeón permanecería en la prisión hasta que trajeran a Benjamín, el hermano más pequeño.

7.  Desconcierto de Jacob y sus hijos. Génesis 42, 25-38; 43, 1-31

De regreso a casa, los hijos de Jacob contaron a su padre todo lo que les había sucedido en Egipto. Después, abrieron los sacos de trigo y descubrieron que, además del trigo, en cada saco había una bolsa con el dinero que habían pagado. 
—iQué horror! Ahora pensarán que hemos robado el dinero —dijeron, pues no sabían que había sido el propio José quien había mandado que les metieran el dinero.
—Más vale que volváis a Egipto y devolváis ese dinero. Si creen que lo robasteis, podrían hacer daño a Simeón, que sigue preso —dijo Jacob.
—Pero tendremos que llevar a Benjamín —dijeron ellos—. Así nos lo ha exigido el gobernador.
—Pues id todos a visitarle. Que Dios haga que se compadezca de vosotros y os deje regresar con Simeón y Benjamín.
Y, con gran pena, Jacob se despidió de sus hijos. Cuando llegaron a Egipto, José mandó que los llevaran a comer a su casa. Al ver a sus hermanos con Benjamín, el pequeño, se emocionó tanto que tuvo que salir para que no le vieran llorar. Y los invitó a un gran banquete.

8.  La copa en el saco de Benjamín. Génesis 44, 1-34; 45, 1-21.

Antes de que sus hermanos se fueran, José ordenó a su mayordomo que, en secreto, metiera su copa en el saco de Benjamín. Apenas habían salido cuando le dijo:
—Anda, sal en busca de esos hombres, registra sus sacos y tráelos ante mí otra vez.
El mayordomo hizo lo que José le ordenó. Cuando encontró la copa, los hermanos se miraron asombrados, pues ninguno había robado nada.
—¿Quién tenía mi copa en su saco? —dijo José cuando los tuvo delante—. Ese será mi esclavo. Entonces Judá se acercó a José y le suplicó que lo castigara a él, en lugar de a Benjamín. —Porque mi padre no podría soportar su ausencia. Y yo no quiero verle sufrir —dijo Judá. Entonces José no pudo contenerse por más tiempo y les dijo:
—Yo soy vuestro hermano José, el que vendisteis a unos mercaderes —sus hermanos le miraron asustados; no sabían qué hacer ni qué decir—. Pero no temáis. Dios me ha enviado ante vosotros para salvaros la vida. Él me ha hecho gobernador de Egipto. Y ahora, id a buscar a mi padre y anunciarle que estoy vivo.
Y todos los hermanos se abrazaron llorando.

9.  Jacob en Egipto. Génesis 45, 25-28; 46, 1-30.

Los hermanos de José fueron de Egipto a Canaán. Cuando llegaron ante su padre, dijeron: 
 —Tu hijo José aún vive y es gobernador en Egipto. 
¡Jacob se alegró mucho! Al principio no podía creérselo. Pero después dio muchas gracias a Dios y se dispuso a viajar para ver a su hijo. Pero, de pronto, le asaltaron las dudas. ¿Realmente debía dejar su tierra e ir a Egipto? 
—No temas bajar a Egipto —le dijo Dios entonces—. Porque Yo iré contigo. 
Jacob partió entonces rumbo a Egipto con todos sus hijos e hijas, y sus nietos y nietas, a los que llamaban los israelitas. Delante iba Judá, que anunció a José la llegada de su padre. Entonces, José salió a su encuentro. Al verse, padre e hijo se abrazaron y estuvieron así un largo rato, llorando de emoción. 
—Ahora ya puedo morir en paz —dijo entonces Jacob—. He visto tu rostro y sé que estás vivo.

10.  El pueblo se establece en Egipto. Muerte de Jacob. Génesis 47, 1-12; 49, 1-33; 50, 1-14.

Ante la llegada de Jacob y de sus hijos, el faraón dijo a José: 
—Tu padre y tus hermanos han venido junto a ti. Egipto está a tu disposición; instálalos en la mejor parte del país. 
José lo hizo así, y se preocupó de que a su familia no le faltara de nada. Los israelitas convivieron en paz con los egipcios. Cuidaron de las tierras, del ganado, y se multiplicaron, 
Cuando Jacob se dio cuenta de que se acercaba la hora de su muerte, bendijo a todos sus hijos. Para cada uno tuvo unas palabras especiales.
—A ti, Judá, te alabarán tus hermanos —dijo a su cuarto hijo—. Y gobernarás sobre los israelitas hasta que llegue aquel a quien todas las naciones rindan homenaje. 
  Y de todos se despidió diciendo: 
—Yo muero, pero Dios estará con vosotros y os devolverá a la tierra de vuestros padres.
Jacob murió entonces, y José fue con sus hermanos a enterrarlo a su tierra, a Canaán.

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