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Josué

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1.  Los exploradores, en Jericó.  Josué 1, 1-16; 2, 1-6.

Después de la muerte de Moisés, Dios dijo a Josué:
—    Levántate y pasa el Jordán con todo este pueblo. Yo estaré contigo dondequiera que vayas, como estuve con Moisés, y os conduciré hasta la tierra que juré dar a vuestros padres. 
Antes de cruzar el río, Josué envió a dos hombres a explorar la región de Jericó. 
Los espías entraron en Jericó de noche, dispuestos a averiguar cómo estaba organizada la defensa allí y cuáles eran sus puntos débiles.
Pero el rey de Jericó recibió la noticia de la llegada de dos espías israelitas y mandó a sus guardias que los detuvieran. 
Los dos israelitas encontraron refugio en casa de una mujer llamada Rahab. Ella los escondió en la azotea y, cuando llegaron los guardias y preguntaron por ellos, dijo: 
—    Es verdad. Esos hombres que decís estuvieron aquí, pero ya se han marchado. No sé adónde habrán ido.

2.  Los espías, a salvo. Josué 2, 8-22; 3, 1-16.
Al amanecer, Rahab ayudó a los dos espías a bajar por la ventana con una cuerda sin que nadie los viera. Antes de que se fueran, Rahab les rogó que respetasen su vida y la de su familia cuando entraran en Jericó. Entonces acordaron que Rahab pondría una cinta de color púrpura en la ventana como señal, y así su familia se salvaría. 
A su vuelta, los espías dijeron a Josué:
—    Dios nos ha entregado esta tierra. Todos sus habitantes tiemblan ante nosotros. 
Josué organizó la marcha, rumbo a Jericó. Al frente, iban los levitas, cargando a hombros el Arca de la Alianza. Cuando entraron en las aguas del río, sucedió lo que Dios había anunciado a Josué: «En cuanto los sacerdotes que llevan el Arca pisen el Jordán, sus aguas quedarán cortadas». Así, las aguas que venían de arriba formaron una gran muralla y se detuvieron al paso de los levitas, y las aguas que descendían hacia su desembocadura, en el mar Muerto, se alejaron siguiendo su curso, hasta perderse de vista.

3.  El paso del Jordán. Josué 4, 1-24; 5, 10-12.
Los levitas se mantuvieron en pie en medio del río Jordán, sujetando el Arca de la Alianza.  
Mientras tanto, el pueblo cruzó el río rápidamente. Cuando todos estuvieron en la orilla y los levitas pisaron tierra seca, cayó la muralla de agua y las aguas volvieron a cubrir el cauce del río. Pero antes, Josué mandó a doce hombres, uno de cada tribu, que cogieran una piedra en el lugar del río donde habían permanecido de pie los levitas. Una vez cruzado el río, se instalaron a las afueras de Jericó. Allí hicieron un monumento con las doce piedras del río para dar gracias y alabar a Dios. 
—    Cuando vuestros hijos os pregunten qué significan estas piedras, recordaréis cómo cruzasteis el río Jordán —dijo Josué.
Después, todos juntos celebraron la Pascua.  
Al día siguiente comieron frutos de la tierra y pan y trigo tostado. Desde entonces, dejaron de tomar maná y se alimentaron de los frutos de la tierra de Canaán.

4.  La caída de Jericó. Josué 6, 1-27.
Las puertas de la ciudad de Jericó estaban completamente cerradas por miedo a los israelitas. No había forma de entrar. Pero Dios le dijo a Josué lo que debían hacer y siguieron sus instrucciones al pie de la letra. Esto hicieron: los sacerdotes llevaron a hombros el Arca de la Alianza; delante de ellos, iban siete sacerdotes tocando la trompeta; detrás, todo el ejército judío. Así, durante seis días, dieron una vuelta entera alrededor de la ciudad, en completo silencio. Solo se oía el sonido de las trompetas. El séptimo día dieron siete vueltas al son de las trompetas de los sacerdotes. Y, a una señal de Josué, todos gritaron al unísono. 
Sonaron las trompetas y los gritos, y las murallas de Jericó se derrumbaron. Los israelitas entraron en la ciudad. Cuando estuvieron dentro, se dé la ayuda que les había prestado Rahab y de la promesa que le hecho, y al ver una casa con un púrpura colgado de la ventana, entraron y la salvaron a ella y a toda su familia.

5.  El sol se detiene sobre Gabaón. Josué 9, 1-27; 10, 1-16.
Cerca de Jericó, estaba Gabaón. Los habitantes de Gabaón tuvieron miedo de los israelitas y quisieron asegurarse la paz con ellos. Para lograrlo, una comitiva se presentó ante Josué. 
—    Queremos hacer un pacto con vosotros.  Seremos vuestros siervos —dijeron. 
Los israelitas aceptaron su oferta y sellaron con ellos un pacto de paz. 
Pero Adonisedec, el rey de Jerusalén se enteró de este pacto y dijo a los reyes vecinos: 
—    Venid y ayudadme a combatir contra Gabaón.  
Los gabaonitas pidieron ayuda a Josué y él mandó a su ejército. Llegaron por sorpresa, después de caminar durante toda la noche. Lucharon durante todo el día y obligaron a huir a sus enemigos. Pero se hacía de noche y la victoria aún no era definitiva. Entonces Josué se dirigió a Dios y pidió: 
—    ¡Sol, detente sobre Gabaón! ¡Y tú, luna, detente sobre el valle de Ayalón! 
El sol se paró en el cielo y tardó un día entero en ponerse. Y los israelitas derrotaron a sus enemigos. 

6.  El Organización del territorio. Josué 11: 12: 20: 21.
Los israelitas aún tuvieron que hacer frente a otros reyes que se aliaron contra ellos, y a todos vencieron con la ayuda de Dios. Así, paso a paso, fueron conquistando toda la tierra de Canaán que Dios había prometido a Abraham, a Isaac y a Jacob. 
Cuando terminó la conquista, Josué repartió la tierra entre las doce tribus de Israel. La única que no recibió un territorio propio fue la tribu de Leví. Los levitas se repartieron por todos los territorios de las distintas tribus formando ciudades propias para cumplir mejor su servicio sacerdotal.
Así, terminada la conquista y repartida la tierra, Dios mantuvo a los israelitas en paz con todos los pueblos vecinos.

7.  Despedida de Josué. Josué 24, 1-33.
Josué, viéndose ya anciano, convocó a los demás ancianos de Israel, a los jefes, a los jueces y a los escribas, y les recordó la historia de su pueblo:   
—    Dios hizo recorrer a Abraham la tierra de Canaán y multiplicó su descendencia. Le dio a Isaac. Y a Isaac le dio a Jacob y a Esaú. Y los hijos de Jacob bajaron a Egipto. Allí envió Dios a Moisés y a Aarón; sacó de Egipto a nuestros padres y abrió el mar para que lo cruzaran. Después vivimos durante mucho tiempo en el desierto y Dios detuvo las aguas del Jordán para que llegáramos hasta Jericó, donde derrumbó las murallas para que alcanzaramos la tierra prometida. No lo olvidéis nunca. Debéis respetar a Dios y vivir de acuerdo con sus mandamientos. 
—    Dios es nuestro Dios —respondieron todos—.   Le daremos siempre gracias.
—    Recordad siempre que debéis dirigir vuestros corazones a Dios —insistió Josué.
—    Serviremos a Dios —respondieron todos en voz alta—. Y obedeceremos su voz.
Poco después, Josué murió y fue sepultado.

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