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Jueves Santo

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1.  Preparación de la Última Cena. Marcos 14, 12-16. 
Los discípulos le preguntaron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?».
 Recordando así la salida del pueblo judío de Egipto y dando gracias a Dios por ello. 
Jesús envió a Pedro y a Juan para que preparasen la Pascua. 
—  ld a la ciudad. Os saldrá al paso un hombre con un cántaro de agua —dijo Jesús—. Seguidlo y, cuando entre en una casa, decid al dueño que el Maestro necesita una habitación para celebrar la Pascua. Él os mostrará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros.
Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad y todo sucedió como Jesús les había dicho.

2.  El lavatorio de los pies. Juan 13, 1-17.  
Cuando ya estaban todos reunidos para celebrar la Pascua, Jesús se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomó una palangana y una toalla, y comenzó a lavar los pies a los apóstoles.  Cuando llegó a Pedro, este se resistió diciendo:  

—   Señor, ¿cómo vas a lavarme tú a mí los pies?  No puedo permitirlo.  
—  Ahora no comprendes lo que estoy haciendo. Pero lo entenderás después —le respondió Jesús—. Y si no te lavo los pies, no tienes parte conmigo. 
—  Señor, lávame no solo los pies —dijo Pedro—.  Lávame también las manos y la cabeza.  

Después de lavarles los pies, Jesús volvió a sentarse a la mesa y dijo:
—  ¿Entendéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís verdad, porque lo soy. Acabo de daros ejemplo. Si yo, que soy el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.

3.  Anuncio de la traición. Juan 13, 21-30.  
Después del lavatorio de los pies, estaban todos sentados a la mesa cuando Jesús, de pronto, dijo:
—    Uno de vosotros me entregará.
Los apóstoles se miraron unos a otros para averiguar de quién hablaba el Maestro. Pedro hizo una señal a Juan, que estaba sentado junto a Jesús, para que le preguntara.
Juan dijo a Jesús:
—    Señor, ¿quién es? ¿Quién te va a traicionar?
—   
«Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar» — dijo Jesús.

Y le dio el trozo de pan a Judas. A continuación, dirigiéndose al que le iba a traicionar, dijo: 
—    Lo que vas a hacer, hazlo pronto.
Ninguno de los once entendió lo que Jesús había querido decir. Lejos de sospechar la verdad, pensaron que Jesús estaba encargando a Judas, que era quien llevaba el dinero de todos, que comprara algo para la fiesta o diera algo a los pobres.

 

4.  La Última Cena. Lucas 22, 14-23.    
Cuando ya estaban todos sentados a la mesa en torno a Jesús, dio comienzo la cena.
Era una cena especial, la cena de Pascua.
—   ¡Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con vosotros, antes de padecer; porque os digo que ya no volveré a comerla hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios - dijo Jesús, abriendo su corazón a sus discípulos.

Así, tomó un cáliz lleno de vino y dijo:

—    Bebed todos de él, porque esta es mi sangre, que será derramada por vosotros.
Después tomó pan, dio gracias a Dios, lo partió y lo dio a los apóstoles diciendo:—    Esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros.
Judas Iscariote abandonó la reunión y, en la oscuridad de la noche, fue al templo y habló con los guardias para decirles cómo podían apresar a Jesús.

5.  El mandamiento nuevo. Juan 13, 31-38; 15, 12-17.     
Después de que Judas se fuera, a solas con los once, Cristo les abrió su corazón:
—    Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre, y Dios ha sido glorificado en Él.
Se acercaba el momento de la despedida, y Jesús se lo hizo saber:
—    Hijos, ya no estaré con vosotros por mucho tiempo. Como ya dije a los judíos, donde yo voy, vosotros no podéis venir ahora.

Y Jesús terminó dándoles un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que, como yo os he amado, así os améis también entre vosotros. Todos conocerán que sois discípulos míos en una cosa: en que os tenéis amor los unos a los otros.
—    Señor, ¿adónde vas? —preguntó Pedro. 
—    Pedro —dijo Jesús—, adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde.

—    Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti —afirmó Pedro.

En verdad, en verdad te digo Pedro que no cantará el gallo antes de que tú me hayas negado tres veces.
En adelante, Jesús ya no llamo siervos a sus apóstoles, sino amigos, porque les había dado a conocer todo lo que había oído a su Padre.

6.  Jesús anuncia su marcha. Juan 14, 1-11.
Jesús anunció a los apóstoles que les dejaba:
—    En la casa de mi Padre hay lugar para todos.
Ahora voy a prepararos un lugar allí.
—    Señor, ¿adónde vas? —preguntó Tomás—. Enséñanos el camino para seguirte.
—   Yo voy al Padre. Para ir al Padre, yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie puede llegar hasta el Padre, sino por mí.
Entonces Felipe rogó:
—    Señor, muéstranos al Padre. Con eso basta.
—   Llevo tantos años con vosotros, Felipe, ¿y aún no me conoces? ¿No te has dado cuenta de que quien me ha visto a Mí ha visto al Padre? Creedme. Yo estoy en el Padre, y el Padre está en mí.

7.  Promesa del Espíritu Santo. Juan 16, 16-33.
El día iba dejando paso a la noche. El Señor y los apóstoles continuaban conversando en el cenáculo.
El anuncio de la marcha de Jesús había llenado de tristeza el corazón de los apóstoles. 
—  Ahora estáis tristes. Pero vuestra tristeza se convertirá en alegría – anunció Jesús-.
Os prometo que volveré a veros, y cuando llegue ese día, os alegraréis con una alegría que ya nunca nadie os podrá quitar. Os enviaré el Espíritu de verdad, que os guiará, os hará comprender muchas cosas y os dará la alegría y la paz. Mi Padre os lo enviará porque os ama. 

8.  Oración de Jesucristo. Juan 17, 1-20.
Jesús elevó la mirada al cielo y dijo en voz
— En esto consiste la vida eterna: en que te conozcan a Ti, Padre, único Dios verdadero, y que conozcan a tu enviado, Jesucristo.
Después, Jesús rogó al Padre por los apóstoles para que creyeran firmemente y proclamasen la verdad en todo el mundo:
—   Ya no estaré más en el mundo, pero ellos continúan aquí, mientras yo voy contigo. No pido que los saques del mundo, sino para que cuides en tu nombre, Padre santo, a todos los que me has dado, para que sean uno como nosotros.
—    No te ruego sólo por los apóstoles. También te ruego por todos los que creerán en mí por medio de su palabra, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.

 

9.  Getsemaní, el huerto de los olivos. Mateo 26, 36-46. Lucas 22, 43-44.
La cena había terminado. Jesús y sus apóstoles salieron de la casa. Al llegar junto a un huerto de olivos, Jesús se apartó del grupo llevando con él a Pedro, a Juan y a Santiago, y la tristeza y angustia comenzó a invadirle:
—    Triste está mi alma -les dijo-. Quedaos aquí y velad conmigo.
Luego se apartó a orar. Poco después, volvió y los encontró dormidos.
Entonces volvió a alejarse a orar:
—   Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz – dijo-. Pero que no suceda lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú.
Comenzó a sudar gotas de sangre. Un ángel apareció y le confortó.
Cuando volvió de nuevo junto a los apóstoles, los encontró otra vez dormidos, y les dijo:
—    Estad despiertos y orad, para no caer en la tentación.

10.  Jesús es capturado. Marcos 14, 43-52. Mateo 26, 47-56. Lucas 22, 47-53. Juan 18, 1-11.
Estaba Jesús con sus apóstoles en Getsemaní, en el huerto de los olivos, cuando llegó Judas Iscariote. Iba acompañado de un grupo armado con espadas y palos, dispuestos a apresar a Jesús. Venían de parte de los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.
Judas había acordado con ellos una señal:
—   Aquel a quien yo bese, ese es. Prendedle.
Nada más llegar, Judas se acercó a Jesús  lo besó.

Jesús le dijo: «¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!».

¿A quién buscáis? — preguntó Jesús.

Le contestaron: «A Jesús el Nazareno».
—   Yo soy —respondió, y señalando a sus apóstoles, dijo—: Si me buscáis a mí, dejad que estos se vayan.
Al oír las palabras de Jesús, los soldados retrocedieron y cayeron a tierra. Entonces Jesús volvió a hacerles la misma pregunta, y los soldados finalmente lo apresaron.

11.  Jesús ante Anás y Caifás. Juan 18, 19-24.  
Los soldados llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote Anás, que era suegro de Caifás.
Anás lo interrogó sobre sus enseñanzas.
Todo lo que he enseñado lo he hecho siempre en público, ante todo el pueblo —respondió Jesús—. Puedes preguntar a los que me han oído. Ellos te podrán informar.
Uno de los guardias de Anás, al oír su respuesta, le dio una bofetada diciendo:
—    ¿Así contestas a un sumo sacerdote? 
—    Si he hablado mal, dímelo. Y si he hablado bien, ¿por qué me pegas? —dijo Jesús.
Entonces Anás lo envió, atado, al Sumo Sacerdote Caifás
.


12.  Jesús delante de Caifás. Marcos 14, 53-65.
Llevaron después a Jesús a la casa de Caifás, el sumo sacerdote. Allí se había reunido el Sanedrín, donde estaban los ancianos y escribas más importantes de Israel. Todos querían acusar a Jesús y no sabían de qué. Entonces buscaron gente que lo acusara falsamente de algún delito pero no encontraron a nadie. Al fin se presentó uno diciendo:  
—  Yo le he oído decir: «Yo puedo destruir el templo y volver a levantarlo en tres días». Jesús no respondió nada. Entonces el sumo sacerdote se levantó y le preguntó: 
—   ¿Eres Tú el Cristo, el Hijo del Bendito?  
—  Sí, yo soy —contestó Jesús—. Y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo.
—  Ya no necesitamos testigos —dijo el Sumo Sacerdote—. Él mismo se ha hecho igual a Dios. ¡Blasfema! Merece la muerte.
Y lo maltrataron. 

 

13.  Negaciones de Pedro. Mateo 26, 69-75. Lucas 22, 54-62.   
Mientras Jesús estaba ante Caifás, Pedro estaba sentado fuera; en el patio.
Al verlo, una criada de Caifás lo reconoció y le dijo:
—    Tú también estabas con Jesús, el Galileo.
—    No, yo no. No sé de qué me hablas —dijo Pedro.
Poco después, al salir al portal, reconoció otra mujer y dijo:
—    Esté andaba con Jesús de Nazaret.
—    Yo no conozco a ese hombre —dijo Pedro.
—    Tú eres uno de ellos —dijo otro—. Se te nota en el acento que eres galileo.
Entonces Pedro se puso a imprecar y a jurar, y volvió a decir:
—    iNo conozco a ese hombre!
En ese momento, Jesús pasó cerca y miró a Pedro. Un gallo cantó. Y Pedro recordó las palabras que le había dicho Jesús, cuando le anunció que le negaría tres veces antes de que cantara el gallo; y lloró amargamente.

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