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Pentecostés

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1.  La elección de Matías. Hechos 1, 15-26.
Los apóstoles permanecían reunidos con los demás discípulos. Y todos rezaban, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres y de María la madre de Jesús.
Un día, Pedro propuso que otra persona ocupará el puesto que Judas, que había quedado libre entre los apóstoles.
—  Elegiremos a uno de los discípulos que acompañaron a Jesús desde el bautismo de Juan hasta que fue elevado a los cielos, y sea con nosotros testigo de su resurrección.
Presentaron a dos: José Barsabás, al que llamaban Justo, y Matías. Y rezaron:
—  Señor, Tú que conoces los corazones de todos, señala a cuál de ellos has elegido para ocupar el puesto de Judas.
Echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías, que desde entonces se unió al grupo de los doce apóstoles.

2.  La venida del Espíritu Santo. Hechos 2, 1-4.
Diez días después de que el Señor ascendiera a los cielos y cincuenta desde la resurrección, los apóstoles estaban reunidos, junto con la Madre de Jesús y algunos discípulos.
De pronto, llenó toda la casa un ruido impetuoso que venía del cielo.
Entonces aparecieron lenguas como de fuego sobre la cabeza de cada uno. Al momento, todos se encontraron llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
Impulsados por el Espíritu, que Jesucristo había prometido enviarles, salieron a anunciar a Cristo resucitado.

3.  Los apóstoles hablan al pueblo. Hechos 2, 5-13.   

Durante aquellos días se encontraban en Jerusalén judíos piadosos venidos de todas las naciones del mundo. Cuando oyeron hablar a los apóstoles, se quedaron maravillados.

¡Cada uno los oía en su propia lengua!

—  ¿No son galileos los que hablan? -decían admirados-. Entonces, ¿cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua? Romanos, judíos, cretenses, árabes...

Todos los oímos proclamar en nuestras propias lenguas las grandezas que Dios ha hecho en Cristo, en su vida, en su muerte y en su Resurrección.

—  ¿Qué quiere decir esto? -se preguntaban algunos, asombrados.

Otros, en cambio, se burlaban diciendo:

—  Están borrachos.

4.  Primeras conversiones. Hechos 2, 37-41.   

Todos los que se quedaron maravillados preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:

—  «¿Qué hemos de hacer?».

Pedro les contestó: «Convertíos y que cada de vosotros se haga  bautizar en el nombre de Jesucristo, para el perdón de vuestros pecados y para que recibáis el don del Espíritu Santo».

Despues de esto, los que acogieron su palabra fueron bautizados. Y aquel día se les unieron unas tres mil personas.

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