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Persia

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1.  Edicto de Ciro. Esdras 1 y 2.

Pasaron setenta años. Y, tal como había anunciado el profeta Jeremías, se acabó el destierro. En aquel entonces reinaba en Babilonia Ciro, rey de Persia, y Ciro dijo: 
-    Dios me ha dado todos los reinos de la tierra y, en agradecimiento, haré construir un Templo en su honor en Jerusalén, en el país de Judá. Todos los que pertenezcan al pueblo judío, aquellos que fueron desterrados por Nabucodonosor, podrán ir de nuevo a su tierra a construir el Templo. Que Dios los acompañe.
Además, Ciro devolvió al pueblo judío los vasos sagrados y todos los objetos de culto que Nabucodonosor se había llevado del Templo.  
Dios despertó el espíritu de su pueblo, y las familias judías, con sus ganados y todos los bienes que tenían, regresaron a Jerusalén. Al llegar, donaron parte de sus bienes para la construcción del Templo de Jerusalén y dieron gracias a Dios.


2.  La reconstrucción del Templo. Esdras 3-6.

Comenzaron los trabajos de reconstrucción del Templo. 
Cuando pusieron los cimientos, los ancianos, que recordaban el viejo Templo, lloraban de emoción; los jóvenes gritaban de alegría. Y todos cantaban: 
-    Demos gracias a Dios porque es bueno, porque es eterna su misericordia. 
Pero los enemigos de Judá no vieron con buenos ojos aquellas obras. Dijeron al rey de Persia que los judíos estaban levantando las murallas con intención de rebelarse más tarde. El rey entonces mandó parar las obras. Dos veces las pararon y dos veces las volvieron a continuar. Al final, animados por la palabra de los profetas, lograron terminar.  
Los sacerdotes y levitas dedicaron el Templo a Dios y lo organizaron según estaba escrito por Moisés. Y, por primera vez después del destierro, se celebró la Pascua en Jerusalén.

3.  Nehemías: reconstrucción de Jerusalén. Nehemías 1 y 2.

Nehemías era un judío fiel a Dios, pero él no había regresado a Judá, sino que se había quedado al servicio del rey Artajerjes. Un día tuvo ocasión de preguntar a unos hombres que venían de Judá cómo les iba a los habitantes judíos de Jerusalén. 
-    Se están esforzando mucho —le respondieron—.  Han reconstruido el Templo, pero la ciudad está destruida, las murallas siguen en ruinas y están pasando penalidades. 
Nehemías se apenó al oír estas noticias y rezó a Dios. Cuando lo vio el rey, le preguntó:
-    ¿A qué viene esa cara tan triste?
-   ¿Cómo no voy a estar triste? La ciudad donde se hallan las tumbas de mis padres está destruida. Os ruego, majestad, que me permitáis ir a Jerusalén para ayudar a reconstruirla.
El rey le dio permiso y Nehemías volvió al de Judá. Una vez allí, se reunió con las personas más importantes de la ciudad y los animó a levantar de nuevo la muralla de Jerusalén, a lo que ellos respondieron entusiasmados:
-    ¡Levantémonos y comencemos la restauración!

4.  Nehemías: las murallas se levantan. Nehemías 3, 4, 6 y 12.
Los enemigos de los judíos que vivían cerca de Jerusalén se burlaban de ellos:
-    ¿Qué hacen esos judíos? ¿Se creen que van a lograr poner en pie la muralla otra vez?
Y todos se unieron para atacar a Jerusalén impedir que levantaran Ia muralla. Pero Nehemías se enteró de sus planes y colocó vigilantes a todo lo largo de ella.
-    No temáis —dijo a los que participaban en la reconstrucción -. Acordaos de Dios y luchad por vuestros hermanos, por vuestros hijos e hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas.
Así siguieron trabajando. Con una mano levantaban la muralla y con la otra empuñaban la espada, por si sufrían un ataque. Finalmente, toda la ciudad quedó rodeada por la muralla. Cuando la vieron las naciones vecinas quedaron maravilladas y reconocieron que la obra había sido hecha con ayuda de Dios. El pueblo judío dedicó la muralla a Dios, le dio las gracias y celebró el fin de las obras con una gran fiesta. Era tan grande su alegría, que el alborozo de Jerusalén se oía desde lejos. 

5.  Esdras llega a Jerusalén. Esdras 7-10.

​El rey persa Artajerjes, un hombre temeroso de Dios, quiso ayudar a los judíos y tuvo una idea. 
-    Les enviaré a Esdras —pensó—. Él conoce mejor que nadie la ley de Dios. Podrá ayudarles a organizar el pueblo y les recordará mandamientos que Dios transmitió a Moisés. 
Esdras viajó hasta Jerusalén. Allí comprobó que el pueblo judío, tras años de convivencia con otras personas que adoraban a falsos dioses, había adoptado sus algunas malas costumbres y cometían muchos pecados. 
-    Dios mío, estoy avergonzado —dijo Esdras—. No me atrevo a levantar mi rostro hacia Ti, porque nuestros pecados llegan hasta el cielo. Pero Tú has iluminado nuestros ojos y nos has librado de la esclavitud. No volveremos a desobedecerte. 
Esdras hizo ver al pueblo judío cuáles eran sus pecados y les enseñó a vivir de acuerdo con la Ley de Dios. Entonces el pueblo reconoció su culpa, pidió perdón y prometió seguir la Ley de Moisés. 

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