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Rey Salomón

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1.  Salomón, rey. 1 Reyes 2, 1-12; 3, 1-14.
—  Antes de morir, David recomendó a Salomón que siguiera el camino que le marcaba Dios, que cumpliera sus mandamientos y que solo a Dios adorase.
Salomón llevó la paz a todo Israel y lo libró de sus enemigos. Se casó con la hija del faraón de Egipto y comenzó a construir su palacio, el Templo del Señor y una muralla. 
Una noche, Dios se apareció en sueños a Salomón y le dijo:
—    Pídeme lo que quieras, que yo te lo daré. 
—   Dios mío, Tú me has hecho rey —dijo Salomón—. Pero yo soy muy joven y no sé cómo gobernar. Te pido un corazón sabio para gobernar a tu pueblo y distinguir el bien y el mal.
Al Señor le agradó la petición de Salomón.
Y le bendijo con sabiduría, riquezas, gloria y una larga vida.

2.  El juicio de Salomón. 1 Reyes 3, 16-28.
Un día se presentaron ante Salomón dos mujeres con un niño recién nacido.
—    Esta mujer y yo vivimos en la misma casa   —explicó una de ellas—. Yo di a luz a mi bebé, y a los tres días, ella tuvo otro bebé. Pero esta mujer aplastó a su hijo durmiendo y luego quiso hacerme creer que el bebé muerto era mi hijo. Pero mi hijo es este, el que está vivo. 
—    No es verdad. Este es mi hijo —dijo la otra—. Tu hijo es el muerto.
Así discutían hasta que Salomón mandó traer una espada. 
—    Partiremos en dos al niño y daremos la mitad a cada una. 
Entonces, la verdadera madre del niño suplicó llorando:
—    Por favor, dadle a ella el niño. Pero no lo matéis.  
—    No, es buena idea —dijo la otra mujer—. Que no sea ni para mí ni para ti. Que lo partan.  Entonces Salomón mandó que dieran el hijo a la primera mujer, pues ella era su madre.
Y la fama de Salomón se extendió enseguida por todo el reino de Israel. 

3.  La construcción del templo. 1 Reyes 5-8.
En tiempos de Salomón reinó la paz dentro de Israel y con los pueblos vecinos.
—  Mi padre David no pudo construir el templo en honor de Dios porque tuvo que hacer frente a muchas guerras —se dijo Salomón—. Pero ahora Dios me ha concedido la paz. Yo cumpliré la palabra de Dios y haré un templo en su honor; un lugar majestuoso donde guardar el Arca de la Alianza, las Tablas de la Ley y la vara florecida de Aarón. 
Salomón mandó traer las mejores maderas de cedro del Líbano. Envió a las montañas a expertos canteros para que cogieran las mejores piedras. Y con ellas hizo poner los cimientos del templo. Los mejores obreros y artesanos trabajaron juntos para construir un templo como hasta entonces no se había visto. 
Cuando terminaron las obras, los levitas trasladaron el Arca de la Alianza al interior del templo. Durante siete días, el rey ofreció sacrificios a Dios junto a todo Israel, y todos dieron las gracias por la paz y por los beneficios recibidos.

4.  Pecado de Salomón. 1 Reyes 9, 1-9; 11, 1-13.
Dios volvió a aparecerse en sueños a Salomón. 
—   En este templo estarán siempre mis ojos y mi corazón —dijo Dios—. Si cumples todo lo que te he mandado, si tu corazón no se aparta de mí, si vas por el buen camino, como hizo tu padre David, Yo estaré siempre a tu lado. Pero si adoras   a otros dioses, borraré Israel de la tierra prometida y este templo se convertirá en ruinas.

Salomón reinó sobre Israel con sabiduría, pero, siendo ya anciano, olvidó lo que Dios le había dicho y adoró a otros dioses, los dioses de las mujeres a las que había enamorado.
—   Has roto mi alianza y no has cumplido mis mandamientos —dijo Dios a Salomón.
Y le anunció que a su muerte dividiría Israel en dos reinos. Uno de ellos iría a parar a manos de sus enemigos, el otro reino quedaría bajo el poder de uno de los hijos de Salomón en memoria de David, que nunca adoró a otros dioses.

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